24 de julio de 2016. Cárcel Rusa: Petak (El
delfín negro). 20:02 PM.
Sin miedo no puede haber coraje.-Christopher
Paolini.
Nikolai Kozlov
— ¡Celda número
172, colóquense en posición!
La orden
llega sin previo aviso desde la tercera puerta,
me saca de mis malditos pensamientos y debo acatar la orden.
— ¡Si señor!
Mi
compañero y yo luego de responder como si fuéramos putos militares, nos paramos
contra para luego poner nuestras caras contra la pared y las manos a la
espalda. Ellos abren la puerta e inmediatamente, escucho sus pasos al
retirarse.
— ¡Salgan!
— ¡Si señor!
–Volvemos a asentir.
Al salir lo
hago con la espalda doblada, mirando al suelo y uno de ellos me esposa,
restringiéndome aun más, lo mismo sucede con mi compañero.
—Tienen objetos
ilícitos. –Pregunta uno de los soldados, no les puedo ver más que los pies.
— ¡No señor!
–Respondimos ambos.
El
procedimiento es rutina, además, como demonios podrías meter algo si estas
vigilado todo el condenado día. Me palpan buscando alguna cosa y como no
encuentran nada, siguen adelante
Me toman
por las muñecas y ejercen presión en mí espalda. Forzándome a quedar mirando el
piso que ya tantas otras veces he visto, el piso que parece imperturbable al
paso del tiempo.
Camino por
el largo pasillo sin poder ver más que sus pies moverse a mí lado, de súbito
nos detenemos y me meten en una pequeña celda de barrotes que apenas tiene
espacio para una sola persona, tiene un pequeño banquito y me siento en el.
— ¡Póngase
firme! –Dice uno a mí derecha, uno de rango superior a los otros.
—Sí señor.
Al lado de
mí celda se encuentra otra con las mismas características, la única diferencia
de esta es que allí dejaron a mi compañero. Ambos nos levantamos con rapidez
para luego ponernos de cara contra la pared, no me volvieron a decir una
palabra por varios minutos.
Nuevamente se
nos acerca el de rango mayor y nos queda mirando por unos segundos, de arriba
abajo.
—Convictos,
estamos en una situación extraordinaria, ya no podemos mantenerles y por eso
serán entregados al ejército como soldados.
No
respondimos, solo callamos ante sus palabras. Lo único que se me viene a la
mente es “Esto debe ser una mentira” pero las bromas aquí no suceden.
— ¿Entendido?
–Replica el hombre entonando su ronca voz algo mucho más fuerte.
Respondimos
“Si señor” como maquinas, por la inercia de responderles si a todo lo que
digan.
—Disfruten de
sus últimas horas en este hotel.
Nos sacan
de las pequeñas celdas para luego llevarnos de la misma incomoda forma hacia la
grande, el suelo no ha cambiado. Cierran las tres pesadas puertas con nosotros
dentro, solo nos queda esperar para ver lo que sigue, en nuestro aburrido hotel
cinco estrellas.
24 de julio de 2016. Cárcel Rusa: Petak (El
delfín negro). 20:30 PM.
Alek Smirnov
—Señor, ¿Qué
pasara con los más peligrosos?
—Todos lo son.
—Digo… los que
sobresalen.
—Se quedaran
hasta salir en bolsas.
—Ya veo…
— ¿Qué pasa?,
usualmente no te preocupas.
—Que no lo diga
es muy diferente.
—Seguimos
hablando por unos momentos más. Las pantallas de las cámaras de seguridad
muestran todos los pasillos y escaleras sin nadie del personal, como de
costumbre.
Mientras
ella sigue mirando las pantallas yo la miro a ella. A muchos no les agrada este
tipo de empleo y por eso, es muy raro ver a una mujer en el personal. Apenas
lleva un año y nuestra diferencia de edad es enorme pero aun así, solo me hace
falta verla para que se encienda el fuego desde las cenizas de amores pasados.
—Que… Señor,
mire la cámara seis.
Su voz me
saca de mis ensimismados pensamientos, dirijo la mirada al pequeño cuadrado
parpadeante pero apenas puedo notar algo, mis ojos ya no son como cuando era
joven.
—Agrándala.
Con dos clicks el pequeño recuadro se expande en
toda la pantalla. Apenas lo veo, algo de pavor recorre mi espalda. —Oh dios. –No puedo evitar exclamar eso. La gran
y pesada puerta de metal fue arrancada completamente y está en el piso. Con
rapidez presiono el botón de alarma y tomo un micrófono que está en el
escritorio.
—A todo el
personal armado, fuga en proceso, no es un simulacro, repito, no es un
simulacro.
En apenas
unos segundos pandemonio de alarmas y lucecitas rojas parpadeantes.
—Numero de
celda.
—162.
—Envía un grupo.
Ella habla
con alguien a través de una radio. No pasa mucho antes de que algunos
aparecieran ante la visión de la cámara, cuatro personas armadas se dirigieron
directamente al lugar de los hechos y uno de ellos da un paso al interior
aunque, casi de inmediato, retrocede y el temor se puede notar a través de la
imagen. Sin antelación alguna, todas las cámaras quedan sumidas en la
oscuridad. Los demás que están en la sala se agitan tratando de buscar la causa
del problema pero a los segundos, todo queda sumido en la total penumbra. Les
ordeno que encuentren y arreglen el problema, encienden algunas linternas y
unos poco salen con rapidez al pasillo.
24 de julio de 2016. Cárcel Rusa: Petak (El
delfín negro). 21:09 PM.
Nikolai Kozlov
— ¿Qué demonios
pasa allá fuera?
—Y yo que sé. –Me responde Mark algo
enfadado, al no le interesa absolutamente nada.
— ¿Pero esos
eran disparos? O me he vuelto loco.
—Eran disparos.
— ¿Entonces
porque mierda no te interesa?
—Si tenemos
suerte escaparemos.
— ¡Estamos a
tres días de alguna ciudad!
Seguí
discutiendo aunque él sigue con la misma idea. Algunos disparos y gritos
siguieron ocurriendo en el otro lado de la puerta, una leve vibración ocurre y
le miro esperando alguna reacción de él.
—Eso es algo
que… raro. —Dice Mark
tratando de decir algo.
Un grito
mucho más fuerte y cercano ocurre detrás de la puerta, luego algunos disparos
le siguen y estos se alejan a gran velocidad. Luego de eso, el silencio volvió
a tomar poder, no se escucha nada más hasta que algo comenzó a golpear la
puerta, pequeñas hendiduras hacia el interior empezaron a aparecer y
luego, unas mas grandes le preceden. Sin
ningún lugar a donde correr, solo nos queda esperar.
—Prepárate. –Le digo apresurado, los
nervios me carcomen.
—Esto no es bueno.
Los golpes cesan y nos miramos exhaustos, respiro una larga bocanada de
aire, casi como si estuviera descansando de un largo maratón.
— ¿Que fue eso? –Pregunta Mark algo relajado.
— ¿Y yo que se?
Se me queda
mirando y yo a él. La puerta comienza a retorcerse y sale disparada con un gran
estruendo. En el pórtico de hormigón, una gran criatura humanoide esta parada,
de por lo menos dos metros y algo más, está casi no tiene piel si no fuera por
algunos pedazos que le cuelgan desde la carne, su mirada no expresa nada más
que sicopatía o eso siento yo. Solo se queda allí parado, mirándonos. Mark se
pone nervioso y retrocede un paso, yo le sigo. La criatura retrocede unos
pasos, pareciera que se fuera a retirar pero en vez de eso, corre contra las
otras puertas y las destroza como si de papel mache se tratara, entra con una
fuerza abominable y choca contra el muro pero en el proceso agarra del cuello a
Mark, solo una cosa se me viene a la mente: “corre” y así lo hice, a mí espalda
lo único que escuche fueron los gritos desgarradores de dolor y yo no me detuve
a pesar de eso, no le ayude, solo corrí.
Sigo por el
largo pasillo sin parar de correr, a medida que avanzo veo casquillos de balas
y sangre, mucha sangre. Llego a una escalera en dos sentidos pero la parte que
va hacia abajo está bloqueada por escombros, solo me queda subir. Algunos
cadáveres están repartidos por el pasillo. En la parte superior de una de las
puertas dice “seguridad”, y lo que debería estar cerrado esta entreabierto, con
cuidado tomo el borde de la puerta y asomo mí cabeza, dentro solo veo a una
mujer tirada en el piso llorando con alguien a su lado. Me acerco con cautela
pero pareciera que están en otro mundo, le pongo la mano en el hombro y ella me
mira, sus ojos son azules y están un poco rojizos por sus lágrimas. Pareciera
que no me ve pero de repente se asusta y trata alejarse.
— ¡Aléjate! –Grita
de la nada, aun con lágrimas en sus ojos.
No le
respondo y retiro mí mano. Cerca de ella se encuentra una linterna que tomo sin
preguntar, pareciera que se molesto pero no me importa, la dejo en una mesa que
esta al medio de la sala, apuntando al techo. Con esto la luz se repartió por
toda la habitación de mejor manera.
— ¿Te calmaste?
—Si…
—Y que mierda
pasa en este lugar.
Su cara
casi parece congelada por el miedo, se queda de esta forma por un rato y solo
mira el piso. El ambiente oscuro no ayuda a que esto sea mejor, solo crea un
ambiente de amargura y depresión.
—No lo sé. –Dice
con voz llorosa. –No lo sé…
—Bueno, que se
le va a hacer, y a ese que le pasa.
El hombre
está sufriendo pequeños espasmos y su cara esta fija en el infinito, ¿Estará
sufriendo un ataque?, me acerco y me pongo de cuclillas frente a su cara, elevo
la mano y le doy una cachetada con fuerza, la expresión de su rostro cambia en
un parpadear, la mujer saca una linterna de su bolsillo y la enciende, el
rostro del hombre se ilumina y me acuerdo de él, es el que me dijo sobre lo de
ser “militar”.
—Tú eres… -Dice
el hombre algo confundido. –El prisionero.
—Ya no lo soy.
Pareciera
que le forme una especie de ira en su interior y trata de tomarme por el cuello
pero yo lo empujo, se golpea con fuerza en la pared. La mujer ya dejo de llorar
y le pregunta si está bien pero a mí no me importa un demonio si le paso algo.
—Y tu viejo,
¿sabes qué era eso?
—Ten respeto,
maldito asesino. –Dice el viejo enojado.
—Los papeles
cambiaron. –Le digo amenazante. –Tú eres el que debe tener respeto aquí y dime
si sabes.
— ¡Tú crees que
yo sé! ¡Esa cosa mato a mis hombres!
— ¿Tienen algún transporte
para salir de este puto lugar?
—Hay un. –Dice la
mujer.
—No le digas. –Le
interrumpe el viejo.
— ¿Quieres morir
junto a esa cosa?
—Sera mejor que dártelo.
—Entonces,
¿Quieres condenarla a su muerta? Viejo tonto.
—Eso… -Su cara
cambia completamente. –Está bien.
— ¿Le digo? –Pregunta
la mujer y el hombre asiente. –Afuera hay un camión, solo hay uno.
—Gracias.
Me acerco a
la puerta y la abro con cuidado, ellos solo me miran impotentes. Siento unos
pasos ligeros pero con fuerza al otro lado.
—No te muevas o
disparo. –Escucho la voz de viejo.
— ¿Estás seguro
de eso?, viejo.
Al devolverle
la mirada, le veo apuntándome con una pistola y la mujer está escondida detrás de
un escritorio.
—Te lo repetiré,
¿Estás seguro?
—Muy seguro, sabandija.
Tomo con
más fuerza la puerta y la abro de un solo tirón, un rugido proviene del pasillo
seguido de pisadas rápidas, el viejo comenzó a disparar pero no contra mí, una
cosa salta contra el hombre, estrellándolo contra la pared, la mujer con un
grito de desesperación se pone a correr hacia donde estoy, voy al pasillo pero
no me alejo de la puerta, cuando apenas está cerca, la tomo de la mano y la
tiro, luego cierro la puerta dejando a esa cosa encerrada pero no durara mucho.
La tome con fuerza de la mano y corrimos por el pasillo.
— ¿¡Adonde!?
— ¿¡Que!?
— ¿¡Donde
tenemos que ir!?
Me empieza
a dar indicaciones por dónde ir, los pasillos largos pareciera que no fueran a
terminarse, la mayor parte está cubierta de sangre y otras de esas “cosas”
tiradas por allí, bajamos por otras escaleras, también están cubiertas de
sangre. Al atravesar una de las puertas llegamos a la intemperie, todo está
cubierto de una homogénea y blanca espesura de nieve, los edificios tienen una
apariencia antigua pero por dentro son muy modernos. Me sigue guiando, el frio
es infernal y me cala hasta los huesos. En una de las vueltas al edificio, veo
el cadáver de uno de los de seguridad, su cabeza esta a varios metros de su
cuerpo y otros están desmembrados, piernas, brazos y viseras cubren la nieve de
rojo, es como si fuera un suave algodón teñido. Al que le falta la cabeza, lo
desnudo y me pongo la ropa que a él ya no le es necesario, la mujer solo aparta
la mirada y además, tiene una cara de horror, asco y disgusto que se puede ver
a la legua. Al llegar a lo que debería ser donde está el camión, este no se
encuentra.
—Debería estar
aquí. –Dice la mujer nerviosa.
En el piso
hay marcas de ruedas, comenzamos a correr siguiendo la ruta. A lo lejos vuelvo
a escuchar un rugido pero ya no es uno solo. El sonido de un motor también aparece.
El camión pasa con rapidez por delante de nosotros dos, grito con fuerza, pidiéndoles que paren y por
suerte así fue.
—¡¡Rápido!! –Grita
un hombre. -¡¡Muevan el culo o se los comen!!
Corremos
hacia el camión y yo miro hacia atrás, más de cuatro cosas nos persiguen. Con determinación
salto y me subo al vehículo, entre eso, ayudo a la mujer a subir.
— ¡Chúpense
esta! —Grita el hombre un arma.
El suelo explota con un fulgor rojizo, la
nieve salta con ímpetu a medida que algunos miembros de sus cuerpos salen
despedazados por el aire.
“escape,
escape, escape, estoy vivo”, es lo único que se encuentra en mi mente. En el camión
se encuentran otros tres, el del arma y otros dos. Ahora son tres días hasta la
ciudad a menos que nos quedemos sin gasolina…
Algo está mal con ellos
Sus ojos no son normales