lunes, 18 de julio de 2016

Capitulo 23.- Prisionero.



24 de julio de 2016. Cárcel Rusa: Petak (El delfín negro). 20:02 PM.

Sin miedo no puede haber coraje.-Christopher Paolini.


Nikolai Kozlov

¡Celda número 172, colóquense en posición!
La orden llega sin previo aviso desde la tercera puerta,  me saca de mis malditos pensamientos y debo acatar la orden.
¡Si señor!
Mi compañero y yo luego de responder como si fuéramos putos militares, nos paramos contra para luego poner nuestras caras contra la pared y las manos a la espalda. Ellos abren la puerta e inmediatamente, escucho sus pasos al retirarse.
¡Salgan!
¡Si señor! –Volvemos a asentir.
Al salir lo hago con la espalda doblada, mirando al suelo y uno de ellos me esposa, restringiéndome aun más, lo mismo sucede con mi compañero.
Tienen objetos ilícitos. –Pregunta uno de los soldados, no les puedo ver más que los pies.
¡No señor! –Respondimos ambos.
El procedimiento es rutina, además, como demonios podrías meter algo si estas vigilado todo el condenado día. Me palpan buscando alguna cosa y como no encuentran nada, siguen adelante
Me toman por las muñecas y ejercen presión en mí espalda. Forzándome a quedar mirando el piso que ya tantas otras veces he visto, el piso que parece imperturbable al paso del tiempo.
Camino por el largo pasillo sin poder ver más que sus pies moverse a mí lado, de súbito nos detenemos y me meten en una pequeña celda de barrotes que apenas tiene espacio para una sola persona, tiene un pequeño banquito y me siento en el.
¡Póngase firme! –Dice uno a mí derecha, uno de rango superior a los otros.
Sí señor.
Al lado de mí celda se encuentra otra con las mismas características, la única diferencia de esta es que allí dejaron a mi compañero. Ambos nos levantamos con rapidez para luego ponernos de cara contra la pared, no me volvieron a decir una palabra por varios minutos.
Nuevamente se nos acerca el de rango mayor y nos queda mirando por unos segundos, de arriba abajo.
Convictos, estamos en una situación extraordinaria, ya no podemos mantenerles y por eso serán entregados al ejército como soldados.
No respondimos, solo callamos ante sus palabras. Lo único que se me viene a la mente es “Esto debe ser una mentira” pero las bromas aquí no suceden.
¿Entendido? –Replica el hombre entonando su ronca voz algo mucho más fuerte.
Respondimos “Si señor” como maquinas, por la inercia de responderles si a todo lo que digan.
Disfruten de sus últimas horas en este hotel.
Nos sacan de las pequeñas celdas para luego llevarnos de la misma incomoda forma hacia la grande, el suelo no ha cambiado. Cierran las tres pesadas puertas con nosotros dentro, solo nos queda esperar para ver lo que sigue, en nuestro aburrido hotel cinco estrellas.

24 de julio de 2016. Cárcel Rusa: Petak (El delfín negro). 20:30 PM.
Alek Smirnov

Señor, ¿Qué pasara con los más peligrosos?
Todos lo son.
Digo… los que sobresalen.
Se quedaran hasta salir en bolsas.
Ya veo…
¿Qué pasa?, usualmente no te preocupas.
Que no lo diga es muy diferente.
Seguimos hablando por unos momentos más. Las pantallas de las cámaras de seguridad muestran todos los pasillos y escaleras sin nadie del personal, como de costumbre.
Mientras ella sigue mirando las pantallas yo la miro a ella. A muchos no les agrada este tipo de empleo y por eso, es muy raro ver a una mujer en el personal. Apenas lleva un año y nuestra diferencia de edad es enorme pero aun así, solo me hace falta verla para que se encienda el fuego desde las cenizas de amores pasados.
Que… Señor, mire la cámara seis.
Su voz me saca de mis ensimismados pensamientos, dirijo la mirada al pequeño cuadrado parpadeante pero apenas puedo notar algo, mis ojos ya no son como cuando era joven.
Agrándala.
Con dos clicks el pequeño recuadro se expande en toda la pantalla. Apenas lo veo, algo de pavor recorre mi espalda. Oh dios. –No puedo evitar exclamar eso. La gran y pesada puerta de metal fue arrancada completamente y está en el piso. Con rapidez presiono el botón de alarma y tomo un micrófono que está en el escritorio.
A todo el personal armado, fuga en proceso, no es un simulacro, repito, no es un simulacro.
En apenas unos segundos pandemonio de alarmas y lucecitas rojas parpadeantes.
Numero de celda.
162.
Envía un grupo.
Ella habla con alguien a través de una radio. No pasa mucho antes de que algunos aparecieran ante la visión de la cámara, cuatro personas armadas se dirigieron directamente al lugar de los hechos y uno de ellos da un paso al interior aunque, casi de inmediato, retrocede y el temor se puede notar a través de la imagen. Sin antelación alguna, todas las cámaras quedan sumidas en la oscuridad. Los demás que están en la sala se agitan tratando de buscar la causa del problema pero a los segundos, todo queda sumido en la total penumbra. Les ordeno que encuentren y arreglen el problema, encienden algunas linternas y unos poco salen con rapidez al pasillo.

24 de julio de 2016. Cárcel Rusa: Petak (El delfín negro). 21:09 PM.
Nikolai Kozlov

¿Qué demonios pasa allá fuera?
Y yo que sé. –Me responde Mark algo enfadado, al no le interesa absolutamente nada.
¿Pero esos eran disparos? O me he vuelto loco.
Eran disparos.
¿Entonces porque mierda no te interesa?
Si tenemos suerte escaparemos.
¡Estamos a tres días de alguna ciudad!
Seguí discutiendo aunque él sigue con la misma idea. Algunos disparos y gritos siguieron ocurriendo en el otro lado de la puerta, una leve vibración ocurre y le miro esperando alguna reacción de él.
Eso es algo que… raro. Dice Mark tratando de decir algo.
Un grito mucho más fuerte y cercano ocurre detrás de la puerta, luego algunos disparos le siguen y estos se alejan a gran velocidad. Luego de eso, el silencio volvió a tomar poder, no se escucha nada más hasta que algo comenzó a golpear la puerta, pequeñas hendiduras hacia el interior empezaron a aparecer y luego,  unas mas grandes le preceden. Sin ningún lugar a donde correr, solo nos queda esperar.
Prepárate. –Le digo apresurado, los nervios me carcomen.
—Esto no es bueno.
Los golpes cesan y nos miramos exhaustos, respiro una larga bocanada de aire, casi como si estuviera descansando de un largo maratón.
— ¿Que fue eso? –Pregunta Mark algo relajado.
— ¿Y yo que se?
Se me queda mirando y yo a él. La puerta comienza a retorcerse y sale disparada con un gran estruendo. En el pórtico de hormigón, una gran criatura humanoide esta parada, de por lo menos dos metros y algo más, está casi no tiene piel si no fuera por algunos pedazos que le cuelgan desde la carne, su mirada no expresa nada más que sicopatía o eso siento yo. Solo se queda allí parado, mirándonos. Mark se pone nervioso y retrocede un paso, yo le sigo. La criatura retrocede unos pasos, pareciera que se fuera a retirar pero en vez de eso, corre contra las otras puertas y las destroza como si de papel mache se tratara, entra con una fuerza abominable y choca contra el muro pero en el proceso agarra del cuello a Mark, solo una cosa se me viene a la mente: “corre” y así lo hice, a mí espalda lo único que escuche fueron los gritos desgarradores de dolor y yo no me detuve a pesar de eso, no le ayude, solo corrí.
Sigo por el largo pasillo sin parar de correr, a medida que avanzo veo casquillos de balas y sangre, mucha sangre. Llego a una escalera en dos sentidos pero la parte que va hacia abajo está bloqueada por escombros, solo me queda subir. Algunos cadáveres están repartidos por el pasillo. En la parte superior de una de las puertas dice “seguridad”, y lo que debería estar cerrado esta entreabierto, con cuidado tomo el borde de la puerta y asomo mí cabeza, dentro solo veo a una mujer tirada en el piso llorando con alguien a su lado. Me acerco con cautela pero pareciera que están en otro mundo, le pongo la mano en el hombro y ella me mira, sus ojos son azules y están un poco rojizos por sus lágrimas. Pareciera que no me ve pero de repente se asusta y trata alejarse.
¡Aléjate! –Grita de la nada, aun con lágrimas en sus ojos.
No le respondo y retiro mí mano. Cerca de ella se encuentra una linterna que tomo sin preguntar, pareciera que se molesto pero no me importa, la dejo en una mesa que esta al medio de la sala, apuntando al techo. Con esto la luz se repartió por toda la habitación de mejor manera.
¿Te calmaste?
Si…
Y que mierda pasa en este lugar.
Su cara casi parece congelada por el miedo, se queda de esta forma por un rato y solo mira el piso. El ambiente oscuro no ayuda a que esto sea mejor, solo crea un ambiente de amargura y depresión.
No lo sé. –Dice con voz llorosa. –No lo sé…
Bueno, que se le va a hacer, y a ese que le pasa.
El hombre está sufriendo pequeños espasmos y su cara esta fija en el infinito, ¿Estará sufriendo un ataque?, me acerco y me pongo de cuclillas frente a su cara, elevo la mano y le doy una cachetada con fuerza, la expresión de su rostro cambia en un parpadear, la mujer saca una linterna de su bolsillo y la enciende, el rostro del hombre se ilumina y me acuerdo de él, es el que me dijo sobre lo de ser “militar”.
Tú eres… -Dice el hombre algo confundido. –El prisionero.
Ya no lo soy.
Pareciera que le forme una especie de ira en su interior y trata de tomarme por el cuello pero yo lo empujo, se golpea con fuerza en la pared. La mujer ya dejo de llorar y le pregunta si está bien pero a mí no me importa un demonio si le paso algo.
 Y tu viejo, ¿sabes qué era eso?
Ten respeto, maldito asesino. –Dice el viejo enojado.
Los papeles cambiaron. –Le digo amenazante. –Tú eres el que debe tener respeto aquí y dime si sabes.
¡Tú crees que yo sé! ¡Esa cosa mato a mis hombres!
¿Tienen algún transporte para salir de este puto lugar?
Hay un. –Dice la mujer.
No le digas. –Le interrumpe el viejo.
¿Quieres morir junto a esa cosa?
Sera mejor que dártelo.
Entonces, ¿Quieres condenarla a su muerta? Viejo tonto.
Eso… -Su cara cambia completamente. –Está bien.
— ¿Le digo? –Pregunta la mujer y el hombre asiente. –Afuera hay un camión, solo hay uno.
Gracias.
Me acerco a la puerta y la abro con cuidado, ellos solo me miran impotentes. Siento unos pasos ligeros pero con fuerza al otro lado.
No te muevas o disparo. –Escucho la voz de viejo.
¿Estás seguro de eso?, viejo.
Al devolverle la mirada, le veo apuntándome con una pistola y la mujer está escondida detrás de un escritorio.
Te lo repetiré, ¿Estás seguro?
Muy seguro, sabandija.
Tomo con más fuerza la puerta y la abro de un solo tirón, un rugido proviene del pasillo seguido de pisadas rápidas, el viejo comenzó a disparar pero no contra mí, una cosa salta contra el hombre, estrellándolo contra la pared, la mujer con un grito de desesperación se pone a correr hacia donde estoy, voy al pasillo pero no me alejo de la puerta, cuando apenas está cerca, la tomo de la mano y la tiro, luego cierro la puerta dejando a esa cosa encerrada pero no durara mucho. La tome con fuerza de la mano y corrimos por el pasillo.
¿¡Adonde!?
¿¡Que!?
¿¡Donde tenemos que ir!?
Me empieza a dar indicaciones por dónde ir, los pasillos largos pareciera que no fueran a terminarse, la mayor parte está cubierta de sangre y otras de esas “cosas” tiradas por allí, bajamos por otras escaleras, también están cubiertas de sangre. Al atravesar una de las puertas llegamos a la intemperie, todo está cubierto de una homogénea y blanca espesura de nieve, los edificios tienen una apariencia antigua pero por dentro son muy modernos. Me sigue guiando, el frio es infernal y me cala hasta los huesos. En una de las vueltas al edificio, veo el cadáver de uno de los de seguridad, su cabeza esta a varios metros de su cuerpo y otros están desmembrados, piernas, brazos y viseras cubren la nieve de rojo, es como si fuera un suave algodón teñido. Al que le falta la cabeza, lo desnudo y me pongo la ropa que a él ya no le es necesario, la mujer solo aparta la mirada y además, tiene una cara de horror, asco y disgusto que se puede ver a la legua. Al llegar a lo que debería ser donde está el camión, este no se encuentra.
Debería estar aquí. –Dice la mujer nerviosa.
En el piso hay marcas de ruedas, comenzamos a correr siguiendo la ruta. A lo lejos vuelvo a escuchar un rugido pero ya no es uno solo. El sonido de un motor también aparece. El camión pasa con rapidez por delante de nosotros dos, grito  con fuerza, pidiéndoles que paren y por suerte así fue.
¡¡Rápido!! –Grita un hombre. -¡¡Muevan el culo o se los comen!!
Corremos hacia el camión y yo miro hacia atrás, más de cuatro cosas nos persiguen. Con determinación salto y me subo al vehículo, entre eso, ayudo a la mujer a subir.
¡Chúpense esta! Grita el hombre un arma.
 El suelo explota con un fulgor rojizo, la nieve salta con ímpetu a medida que algunos miembros de sus cuerpos salen despedazados por el aire.
“escape, escape, escape, estoy vivo”, es lo único que se encuentra en mi mente. En el camión se encuentran otros tres, el del arma y otros dos. Ahora son tres días hasta la ciudad a menos que nos quedemos sin gasolina…





Algo está mal con ellos
Sus ojos no son normales






















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